lunes, 21 de septiembre de 2015

Mordiscos clásicos: La consagración de la primavera de Ígor Stravinski


Reconocido actualmente como uno de los compositores más importantes del siglo XX, Ígor Stravinski lucho como muchos de sus contemporáneos (y no tanto) para que su particular forma de ver la música, pudiese ser vista meramente como arte y no como sacrilegio a lo establecido. Sus primeros años en la Rusia de los Zares fueron un tanto caóticos en lo que a actividades respecta, siendo París la principal vía de escape para que éste pudiese llevar a cabo su propia consagración. Ya desde comienzos del siglo XX, llamó la atención de grandes nombres del ambiente, como es el caso de Nikolái Rimski-Kórsakov, importante músico de aquellos años el cual lo acogió como uno de sus alumnos más destacados. El propio Stravinski aprovecharía magna oportunidad para desarrollarse como compositor, y al mismo tiempo comenzar a crear sus primeras obras. Así fue que Serguéi Diáguilev, destacado empresario del rubro que más tarde crearía los Ballets Rusos, escuchó una de sus obras titulada Feu d'artifice (Fuegos artificiales) quedando totalmente maravillado y convencido en el talento del joven Ígor

Le Sacre du printemps (La consagración de la primavera) fue el tercer Ballet que Stravinski llevaría a cabo como encargo de Diáguilev, siendo L'Oiseau de feu (El pájaro de fuego) de 1910 y Petrushka de 1911 las primeras incursiones originales del dúo luego de que el empresario le pidiera arreglos musicales sobre piezas de Chopín. Las dos obras habían sido éxitos totales, tanto para la crítica como para la audiencia, siendo en su periodo las más destacadas composiciones que habían aparecido en Europa por aquel periodo, lo que generó tal expectación por la nueva obra de Stravinski que se dispuso del Teatro de los Campos Elíseos para su estreno. Si bien el recinto era más bien nuevo (había sido inaugurado un mes antes), representaba un triunfo para el compositor y los Ballets Rusos en general, puesto que era en esos días uno de los recintos arquitectónicos más lujosos y exclusivos de Francia. Más allá del retraso que había sufrido la obra por su extremada complejidad, ya todo estaba dispuesto para que debutase el 29 de mayo de 1913.

Puede que las dos primeras obras de Stravinski para Serguéi Diáguilev hayan sido un calvario, tanto por la complejidad musical como por los duros ensayos de los coreógrafos y bailarines para dar con la interpretación perfecta, pero los preparativos para La consagración de la primavera fueron el doble de estresantes, debido al carácter perfeccionista que había adquirido Ígor en aquel entonces. En gran medida todo se debió al duro trabajo que el compositor realizó con el fin de dar un nuevo sentido a su música, ya que quería alejarse lo más posible de las raíces folclóricas Rusas que habían impregnado sus anteriores trabajos y a la vez poder entregar una mirada mucho más profunda, además de que la obra contó con la participación de Vaslav Nijinsky, joven bailarín y coreógrafo, el cual contaba con una fama similar a la de Stravinski, tanto por su talento como por su manera perfeccionista de hacer las cosas. Se dice que Vaslav fue una de las principales causas del retraso, puesto que realizó alrededor de 100 ensayos de la obra, antes de que ésta fuese estrenada,

El día finalmente llegó y una multitud se congregó para al fin poder observar la nueva obra de Stravinski. Los comentarios parecían ahondar en que ésta sería la obra definitiva del compositor, debido a la calidad de sus dos trabajos anteriores y a la especial dedicación que había puesto el Ruso en este Ballet. Las primeras impresiones, a solo minutos de comenzar la obra, parecían de una escalonada tremenda de duras sensaciones, las cuales se fueron mezclando agriamente con una creciente preocupación producto de lo que observaban en ese momento. Si bien la composición seguía levemente los pasos de El pájaro de fuego y Petrushka, no había comparación para los odios y miradas más refinadas de aquellos que no miraban con tan buenos ojos la vanguardia en alza que se comenzaba a vivir. Todo era mucho más crudo y realista, casi repulsivo. Por un lado la música presentaba fuertes cambios y ritmos vertiginosos, que no mediaban en lo absoluto el carácter conflictivo de la obra en cuestión, elevando a niveles insostenibles la angustia de los que observaban como unos campesinos paganos secuestraban y maltrataban a una joven inocente, con el fin de sacrificarla para así conmemorar la llegada de la primavera, mientras que por el otro las rápidas y expresivas coreografías que llevaba a cabo Nijinsky no daban espacio para la comodidad que la audiencia esperaba.

Stravinski y Nijinsky
El ruido y la complejidad no dieron descanso alguno y al poco comenzar la obra, la multitud comenzó a abuchear, expresando su indignación por lo que estaban observando. Las cosas parecían salirse de control, ya que cada vez se iban sumando muchos más a la revuelta, la que en definitiva se tornó demasiado violenta para el lugar. Numerosas peleas se comenzaron a observar ya para el segundo acto, las cuales lograron igualar a la desconcertante y salvaje historia pagana que Stravinski había creado para que Nijinsky representara a ritmos histéricos, lo que llevó a que la obra finalmente cediera y el músico arrancara del lugar. La consternación fue tan grande que la obra no volvió a presentarse hasta un año después, siendo aplaudida y comprendida en todos los aspectos. 

El carácter revolucionario de la obra llevó a Stravinski a mostrar un progresivo alejamiento de la música Rusa, en gran medida por la visión poco agraciada que representaba su nación y la tradición de esta para el compositor, lo que finalmente cambiaría con los años. A la vez La consagración de la primavera pasó a ser una de sus obras más conocidas, debido a la manera poco ortodoxa que Ígor le dio a la música de un Ballet, dotando éste de una personalidad mucho más dura y salvaje, que a la larga se consagraría por su visión intensa de las cosas. La obra significó el último de los triunfos compositivos que daría la música antes de la Gran Guerra que estallaría un año después, siendo de un adelanto de las horroridades que el humano puede llegar a provocar con el fin de expresar sus propias creencias. 

Diáguilev y Stravinski



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