La década de los 60 nos dejó tantos cantantes de Folk, que parece una labor maratónica comenzar a enumerar cada uno de ellos. Con éxitos tan dispares y legados curiosos, los cuales terminaron por inmortalizar a algunos y olvidar a otros, muchos de estos yacen en una perspectiva constante entre lo que hicieron, y la tragedia de lo que pudieron haber logrado. Es el caso de Tim Buckley, músico ambicioso que se mudo a California, estado desde el cual desataría todo tipo de pasiones con una música misteriosa y la potencia viva de una voz en llamas. Si bien su debut homónimo logró llamar la atención, su segundo larga duración titulado Goodbye and Hello lo llevó al panteón de aquellas almas musicales ligadas a un gran atractivo artístico, pero una historia poco menos que frustrada.
Sus grandes dotes como compositor e intérprete, despertaron todo tipo de miradas impresionadas, a través de las cuales montaba un show por si mismo. Precisamente es en este álbum de 1967 donde podemos indagar mejor en la cualidad experimental que imprimía su música oscura y bulliciosamente cálida. Repleto de atmósferas sacudidas por la experiencia sicodélica de esos días, la que logró exprimir desde un campo más ligado al Folk que al Pop y el Rock, Goodbye and Hello apareció en escena como una sacudida de perspectivas ácidas y bizarras, alejada del mainstream para cobijarse en el umbral de las ferias y los pueblos. Como si fuera la vivencia de una gira por todo tipo de lugares tenuemente iluminados y de mala muerte, Tim se llenó los bolsillos de inmediatos admiradores, los cuales no tardaron en venerar su particular estilo musical.
Para 1967 Tim Buckley contó con músicos como Lee Underwood, Jim Fielder, entre muchos otros. Además de los productores Jerry Yester y Jac Holzman.
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